“¿Le ha pasado alguna vez que... no importa lo que haga, o lo que diga, o
cuántas veces lo intente, siempre termina quedándose solo?
Y no
me refiero a la soledad física de no tener a nadie cerca suyo, sino a sentir
que nadie está con usted; y que eso, a nadie le importa. Sin pareja, sin
amigos, sin compañeros... A lo sumo usted tiene conocidos, habla con otras
personas, y todas esas cosas; pero llegar a relacionarse más cercanamente con
aquellos con quienes usted desearía estar, es algo que nunca ocurre. Y aquello
no porque usted no lo halla intentado, o no sea capaz de hacerlo, sino por el
simple hecho de que usted está destinado a quedarse solo para siempre.
Por
eso es que la gente que con tanto optimismo y tan alegremente llegó a conocer,
gracias a su esfuerzo y voluntad, se
olvidará de que usted existe con el tiempo, y le inventarán mil excusas para no
tener que hablarle si se encuentran con usted.
Tampoco tendrá amigos, ya que los que tenía, tarde o
temprano no volverán a tomarlo en cuenta. Para hablar con ellos, deberá ser
usted quien deba llamarlos, porque ellos nunca se darán el tiempo de hacerlo. Y
cuando los llame, será sólo para darse cuenta de que su llamado es una molestia
para ellos, y que al poco rato él o ella terminarán excusándose con algo como
"… ¿sabes?, ahora estoy ocupado, otro día seguimos ¿ya? ", para luego
cortar sin decir más.
Ni siquiera piense en tener una polola, porque después
de muchos intentos y de vanas ilusiones que se hará conociendo mujeres por las
cuales usted habría cambiado su vida sólo para poder conquistarlas, terminará
dándose cuenta que todas ellas ya tenían pareja, o de que usted no era aquel a
quien ellas esperaban, y sólo lo veían como a un amigo, o simplemente sólo como
alguien para pasar el rato.
Cada desengaño amoroso enterrará parte de lo que algún
día fueron sentimientos.
Cada persona que le dé la espalda acabará con lo que
usted conocía como esperanza.
Cada amigo que lo abandone borrará parte de su pasado.
Un
día, terminará percatándose de que su única compañía son las cosas que tiene a
su lado. Y eso, únicamente porque las cosas no pueden abandonarlo.
Y lo peor de todo, es que nunca entenderá ni nadie le
sabrá decir por qué tiene que quedarse solo. Y si de verdad existiese ese
"alguien" que decidió que así debía ser, Él nunca le explicará las
razones.
Lo único de lo cual usted podrá estar seguro... es que
nadie puede soportar estar solo toda una vida.”
A.Seller
27 de Julio de 1999.
Andrés dejó de leer, para acercarse a la ventana del balcón y mirar
hacia la calle. Afuera llovía y estaba oscuro. Hacía frío a pesar de tener
todas las ventanas del departamento cerradas, a tal punto que su respiración
comenzó a empañar el vidrio del ventanal frente a él. Abajo, por la avenida,
las luces de los autos parecían correr hacia el calor de un hogar. Calor de una
familia, de amigos, de una pareja... calor humano. Ese algo indescriptible que
es capaz de hacerte sentir bien y seguro incluso en una noche de invierno como
aquella.
Por la ventana se veían los otros dos edificios del condominio. Andrés
detuvo la vista en la ventana de uno de los departamentos del edificio vecino.
Era uno de los departamentos iluminados del piso 17 –sólo un piso mas abajo que
el suyo-, y en la ventana se divisaba una joven de unos 23 ó 24 años que miraba
hacia fuera. Ella no lo veía ya que miraba hacia abajo, a la calle. Era una joven
atractiva, de tez trigueña, y de pelo largo. Andrés se quedó mirándola y su
mente comenzó a divagar apoyado contra el ventanal. Se imaginaba así mismo
junto a ella mirando por la ventana. Sus manos rodeando su cintura, mientras
ella apoyada en él se dejaba abrazar. Su rostro cálido junto al suyo, hablando
en susurros para no molestar al silencio.
El ruido del viento y la lluvia que comenzó a golpear con mas fuerza el
vidrio lo trajeron de vuelta a la realidad, sólo para darse cuenta que un tipo
abrazaba a la joven desde atrás por la cintura mientras le decía algo al oído.
Andrés cerró los ojos cuando ella se dio vuelta para besar al tipo. Una lágrima corrió por la mejilla de Andrés.
Volteó la cabeza para no seguir mirándolos y sus ojos volvieron a
posarse sobre la mesa del comedor, donde estaba el cuaderno que había dejado
allí. El cuaderno estaba abierto en la última hoja escrita, y se notaba que aún
le quedaban hojas en blanco. Se le llenaron los ojos de lágrimas que no pudo
contener.
Andrés era Ingeniero Comercial. Sub gerente de Marketing en Chile para
una empresa multinacional. No tenía amigos ni pareja; sólo algunos ex compañeros
del colegio, a quienes veía muy de vez en cuando, y además sus compañeros de
oficina. Tenía 27 años y vivía solo en su departamento desde que se independizó
de sus padres hacía ya 4.
Andrés siempre había querido tener un departamento de soltero en un
edificio moderno, y lo más alto posible para poder mirar la ciudad desde allí.
Contemplar los atardeceres en verano a través de un gran ventanal sentado en un
cómodo sillón. Acurrucarse en una manta a media luz en invierno y quedarse a
ver caer la lluvia en una noche como aquella.
Él mismo había decorado el
departamento. Era igual a como lo había imaginado cuando era más joven y
todavía estaba en el colegio. No era un departamento demasiado grande. Contaba
con un living, un comedor, una cocina, dos habitaciones, dos baños –uno en su
dormitorio y otro más pequeño para visitas -, y un pequeño balcón. Todas las
habitaciones se articulaban a lo largo de un pasillo central. En el living tenía un LED de pantalla gigante,
un equipo de música, un Blue Ray, y una consola de video juegos, además de su
colección de CD’s y algunas películas. Los muebles eran sobrios, pero con
estilo. El departamento, el cual, a pesar de tener un estilo clásico, era
acogedor. En una de las habitaciones, estaba su notebook y una pequeña biblioteca
con sus libros. La mayoría eran libros de marketing y de finanzas, pero también
había libros de narrativa contemporánea, de poesía, de fotografía (uno de sus
más recientes hobbies), y otros de ciencia-ficción. A Andrés le gustaba mucho
leer y también escribir. Usaba esa pieza
para trabajar en sus proyectos y en cosas de la oficina. A Andrés le gustaba
invertir bien su dinero, por lo que siempre se estaba informando y leyendo
acerca de la actividad empresarial y la economía, buscando nuevas oportunidades
para hacerlo. Andrés siempre pensaba en el futuro.
El departamento tenía
también una cocina separada del comedor. Como vivía solo cocinaba sólo
para él. Cosas simples… pero siempre se alimentaba sanamente. El mismo lavaba
su ropa los fines de semana, además de ir al supermercado y hacer el aseo del
departamento. Un aseo lo mas completo que podía dentro de lo que sabía hacer.
Su pieza era lo único distinto en todo el departamento. Su dormitorio
era algo así como su mundo personal. Encima de
los muebles y en todas las repisas había modelos a escala de aviones de
combate y figuras de animé, mientras que las paredes eran adornadas por todos
los cuadros y pósters que había en su dormitorio cuando vivía con sus padres.
Incluso había colgado aquellos que mantenía guardados por faltarle espacio
donde colocarlos. Ahora ya no tenía problemas para poner todos los cuadros o
para todas esas cosas que siempre le gustaron. Ahora había espacio vacío de
sobra… tanto en su departamento como en su vida.
Andrés siempre había soñado con vivir solo. Ser libre y no
depender de nadie, ni económica ni emocionalmente. Pero ahora que lo había
logrado, nunca se imaginó que lo que había soñado en realidad sería tan triste.
Por eso siempre trataba de conocer gente nueva, de hacer nuevos amigos;
o de que alguna joven se sintiera atraída por él, para así lograr que las cosas
algún día cambiaran. Gastó años intentándolo sin ningún resultado, y sin
entender por qué las cosas terminaban igual. Nadie en su lugar habría entendido
tampoco por qué tenía que ser ese su destino.
En todo caso, eso ahora ya no importaba…
El viento helado de la calle y la lluvia habían comenzado a enfriar el
departamento vacío al colarse por el ventanal del balcón que había quedado
abierto.
“A veces, despedirse es la única forma de hacerse
presente.”
Marzo,
1999
Re-edición
julio 2010
© Todos los derechos reservados al autor de la obra.